"Someter las palabras"


“Es ambición hermosa someter las palabras”… Acababa el columnista de regresar a su casa tras un fin de semana entre amigos pleno de calma y, precisamente, de poesía, cuando, cual puñalada a traición, le llegaba la noticia: Diego Jesús Jiménez - esa misma mañana su nombre había saltado en la animada conversación entre colegas - había fallecido pocas horas antes. Y de inmediato, a la par que tantas imágenes – el Diego Jesús de su primera entrevista, allá por principios de los ochenta, medio varado por entonces en el silencio, editor de cómics en facsímil; el de repente recuperado para el palmarés nacional a golpe de galardón firmante de Bajorrelieve; el Diego Jesús ora preocupado director de las Semanas Poéticas en la UIMP ora, a su lado siempre Társila, generoso anfitrión en Priego; el Diego Jesús pintor, enamorado del rasgo y la materia … - acudieron a su memoria los versos iniciales de ese poema, “El lingüista”, que quizá, desde que lo escribiera, antes aún de que, incluido en su pluripremiado Itinerario para náufragos, saltara a la letra impresa, más veces le oyera recitar al propio poeta. Y en el acto el columnista se dio cuenta del porqué. Se dio cuenta de cómo, con qué precisión y justeza, por más que dedicados se anunciaran a glosar el hacer de Juan de Valdés, a configurar venían, junto a los finales, el mejor retrato de su propio autor: “es ambición hermosa, pues que así se da nombre y destino a la vida, la materia ilumina / su corazón cerrado”.
Publicado en Columna Cinco del Grupo El Día. Martes 15 de septiembre de 2009

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