A despropósito de la crisis



Andaba el columnista dándole vueltas a, cual comentarista que de serio se precie, el modo de abordar el tema de los últimos ¿colaterales? efectos de la crisis cuando, peligro de los ojeos al acaso por Internet, se topaba con un par de noticias que iban a echar abajo sus sesudos propósitos. Y es que ya me dirán cómo va a ponerse nadie a criticar o aplaudir cualquier obligado o no apretón al cinto, cuando así, de sopetón, se entera de que en el mismísimo Londres se ha presentado una botella de un a lo que parece afamado licor francés de frambuesa negra que - diseñada por un joyero británico a golpe de diamantillos, oro y perlas y una esmeralda cuadrada como guinda, ya ven, una fruslería - anda tasada en un millón cuatrocientos mil euros de nada… O de que, también es buena, una millonaria china (que ya ven, las hay) no sólo se ha gastado pues bastante menos euros desde luego, pero bueno, unos cuatrocientos mil, que tampoco es lo que por aquí solemos echarnos al bolsillo cuando salimos a la calle, en un mastín tibetano, sino que, item más, cuando ama y animal se apearon del avión que les llevó desde el lugar de la transacción al de, supongo, habitual domicilio de la compradora, les estaban esperando una comitivilla de treinta mercedes – negros, por supuesto – y un comité de entusiastas de los canes que, portando una gran bandera roja les daban la bienvenida… ¿Entienden ustedes el porqué el columnista, tras echar una mirada a su recogida perra callejera, abandonó sus iniciales propósitos?
Publicada en Columna Cinco del Grupo El Día el martes 29 de septiembre de 2009. Foto tomada de Internet.

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