Oasis


Canta su alegría el sol, tras tantas sucesivas jornadas de grisura y lluvia, desde la ventana junto a la que el columnista, virgen aún la pantalla de su ordenador, anda planteándose cuál podría ser el tema de su semanal entrega. Canta su alegría próxima y doméstica, de buen vecino, con tanta cordialidad y desenfado que, por un instante, casi parecen irreales tragedias como la que, al otro lado del océano, sigue desgarrando Haití – la imprevisible furia de la Naturaleza potenciada por la irracionalidad de tan continuados históricos desatinos – a zarpazos de impotencia y furia, o la que, más puntual pero no menos lacerante, acaba de marcar, en nuevo ejemplo de la vesánica sinrazón nuestra de cada día, con sangre y muerte las calles de Kabul. Canta sí, pese a todo, el sol, su alegría, reconfortante y cálida, quizá animando a que las aún no escritas, ni siquiera pensadas líneas den de lado tan ciertos pero dolorosos hechos para buscar un siquiera momentáneo oasis de si no felicidad, al menos sosiego y calma. Un oasis al que acogerse para, ¿por qué no?, recuperar en su recuerdo esas pequeñas cosas de cada día que, somos así, tantas veces se nos escapan: aquel gesto de cariño al que ayer no prestamos la más mínima atención; la dulzura de aquella canción que, desde la radio de la mesilla, fue peinando anoche con sus notas la larga cabellera de nuestro primer sueño; el… Un oasis. Un oasis, sí, como el que, al menos por hoy, quisiera brindar este escribiente, en este su rincón de la página, a sus posibles lectores.
Publicada en Columna Cinco, Grupo El Día, martes 19 de enero de 2010 Foto tomada de Internet

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