Muchas gracias




Sin él, quienes ni hablamos alemán ni dominamos cual quisiéramos el inglés, no hubiéramos tenido la impagable oportunidad de acercarnos, con la facilidad y la fidelidad que sus traducciones nos propiciaron, al hacer de escritores tan decisivos en nuestra contemporaneidad literaria como Günter Grass, Winfried Georg Sebald, Thomas Bernhard, William Faulkner, Henry Roth o Salman Rushdie. Por eso, quienes a su través hemos disfrutado de la maestría expresiva de esos creadores estaremos siempre agradecidos al trabajo, al exquisito trabajo de Miguel Sáenz, y vaya si nos alegramos de que los sesudos integrantes de la Academia de la Lengua le hayan elegido por  compañero y, con él, hayan abierto de paso la puerta de la docta casa a la traducción. Porque, aún reconociendo sus muchos otros méritos - de su condición de brillante jurista a su labor como novelista y crítico – ha sido sin duda el de esa su labor como preciso y excelente transportador de textos de otras lenguas a la nuestra el que más ha propiciado su ingreso en la corporación; un ingreso con el que esa ardua y difícil labor, tantas veces dada de lado pero tan absolutamente fundamental para el conocimiento mutuo de las culturas, ha obtenido también el reconocimiento público que a tantos – la mayoría - de sus practicantes, incluso de sus mejores practicantes, se les hurta en el día a día con la no presencia de sus nombres no ya en las cubiertas de los volúmenes que traducen, sino en el propio repaso interior que de los responsables de su publicación se detalla. Una labor que no sólo permite el trasvase de contenidos y, en sus mejores realizaciones, hasta de estilos de una a otra lengua, sino, que, al hacerlo, pone también en comunicación los diferentes modos de pensar y decir – y, con ellos, de actuar y desenvolverse – de las culturas de las que esas diferentes lenguas son a la par vehículo y decisivo integrante, y que tantas horas de deleite y goce nos ha regalado. Porque, ¿se imaginan no haber podido, por ejemplo, sentir nunca en nuestros primeros años ni el terror del joven Jim Hawkins acurrucado al fondo del barril de manzanas de la Hispaniola, ni las enfrentadas rabias del capital Achab y la gran ballena blanca?. Por eso, por tanto como nos dieron y nos seguirán dando, gracias, muchas gracias, Miguel Sáenz a ti y, en ti, a todos tus colegas, hermanos traductores.

Publicado en Columna Cinco, El Día de Castilla La Mancha y El Día Digital el martes 27 de noviembre de 2012. Foto tomada de internet

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