Quitas y perdones



No, no lo tienen nada fácil, desde luego, los chicos de Syriza por más que sus compatriotas les hayan alzado hasta casi la mayoría absoluta no sé si a la a la espera o a la desespera de que consigan el milagro que sus antecesores ya dejaron bien claro que eran incapaces de alcanzar. No, no lo tienen nada, pero que nada fácil, ni desde luego para arreglar puertas adentro tantos arraigados desaguisados como, en efecto, afectaron y aún afectan a la propia desastrosa gestión interna de su país, como –y  sin logros ahí ya me dirán qué van a poder hacer– ante una negociación a cara de perro con una Bruselas donde impera la postura de aquí poco hay que hablar no sólo de la Alemania merkeliana sino previsiblemente también de otras naciones –por ahí andan, con elecciones a la vista, Holanda y Finlandia por ejemplo– nada propicias no sólo a simplemente relajar sus rígidos axiomas de austeridad, austeridad y austeridad, sino temerosas de que el ejemplo heleno pueda cundir en otros países y a ver qué va a ser esto, que bastante mal cuerpo se les ha puesto ya con el anuncio de las compras a gran escala de deuda pública anunciadas por el Banco Central Europeo. Pero cierto y verdad es que algo habría que hacer, tendrían que hacer los rectores de la política comunitaria, para rebajar el dogal de exigencias a un país que tiene ya a trescientos mil hogares bajo el umbral de la pobreza y a tres millones de ciudadanos –casi uno de cada tres– fuera de la asistencia pública sanitaria gratuita. Un algo que, evidentemente, no va a ser, ni por sueños, ni una condonación total ni siquiera una quita importante de la deuda griega –aunque no estaría de más recordarles a los germanos cómo la quita del sesenta y dos por ciento de su deuda externa producto del llamado acuerdo de Londres de 1953 fue otrora clave para la rápida reconstrucción que les acabaría llevando a su actual papel de potencia económica– pero que sí debería desembocar en una flexibilización tanto de los pagos como de las exigencias de unos recortes que a la vista está que ni los griegos pueden seguir soportando ni, qué demonios, han producido, bien claro está, los benéficos efectos que se les supone; y  ello, aún a costa de tener que rascarnos un algo el bolsillo todos. Por cierto que ya saben que, según dicen los expertos,  una quita, eso sí, del total de la deuda griega –vamos el perdón total de lo que deben– nos costaría en concreto a cada español unos quinientos cincuenta y nueve euros (novecientos cuarenta y ocho a cada alemán y setecientos treinta y cinco, por ejemplo, a cada francés) que evidentemente hay muchos compatriotas que ya quisieran tener para gastar en el bolsillo y ni en sueños, pero que tampoco parece que al final sea tanto, tanto, por más que tampoco andemos precisamente como país excesivamente boyantes. ¿Ustedes qué piensan?

Publicado en Las Noticias de Cuenca Sección "Déjenme que les diga" Viernes 30 de enero de 2015. Foto tomada de internet

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo que deberíamos hacer

Hallazgos

Una llamada de atención