Y sin embargo...


Bueno, pues ya las tenemos ahí, las urnas digo. Lo que venía siendo –por ponernos garcíamarquezianos– la crónica de  un desastre anunciado vaya si no se confirmó y aquí nos vemos, tras el juego de despropósitos y galleos de unos y de otros, abocados a unas nuevas elecciones el 10 del próximo noviembre que ya veremos si resuelven o no resuelven algo, o nos vuelven a dejar en el mismo sitio y situación que estábamos pero con todos –líderes, partidos y electores– más quemados que antes todavía. Y de aquí a entonces, pues ya sabemos: nuevo compás de espera con gobierno en funciones, con presupuestos prorrogados y con poca capacidad por tanto de hacer frente a tantos retos como, dentro y fuera, ya tenemos o se nos van a venir encima, unos retos que mucho hay que temer que, dado como hemos visto que han ido las cosas hasta ahora, bien poca cabida van a tener –ojalá me equivocara–  en la precampaña y campaña que ya se nos avecinan. Vamos, que para echarse a llorar y, desde luego, para rechinar los dientes de rabia; una rabia sobre cuyo influjo en el cambio o la permanencia de nuestros votos respecto a las anteriores convocatorias o, sobre todo, en el aumento o no aumento de la abstención y en cómo se hará sentir más o menos en éste o en aquél sector del espectro ideológico, anda que no vamos a tener que escuchar, con encuestas o sin ellas, pronósticos y especulaciones, aunque quizá lo que deberíamos hacer, además de quejarnos de cómo son o no son nuestros benditos políticos, sería ponernos a pensar seriamente, unos y otros, cómo hacer que el sistema, ese sistema que tanto hemos dicho que tantas virtudes tuvo –y las tuvo, sin duda– desde que en este nuestro país embocamos la ruta democrática, se adapte mejor a los nuevos tiempos y las nuevas situaciones. Es algo que –al menos es la humilde opinión de este modesto articulista de provincias– uno piensa que deberíamos tener muy en cuenta a la hora de elegir a quien destinamos esta vez nuestro voto, porque, pese a todo, pese a ese desencanto y a esa rabia que todo lo ocurrido nos suscita, también quien esto firma piensa que, aguantándonos las ganas de hacerlo, debemos hurtarle el cuerpo a las más que comprensibles ganas de mandarlo todo –y especialmente a nuestros políticos – a la mierda y abstenernos. No, no seamos igual que ellos –hagamos examen de conciencia que a lo peor tampoco son realmente tan distintos de nosotros, los ciudadanillos de a pie– y aunque sea a regañadientes y, cual tantas veces se ha dicho, con la nariz tapada, insistamos y volvamos a dejar claros con nuestros votos nuestros deseos. Que ya que razones ni tuvieron ni tendrán para no hacernos caso y cumplir con su deber, es decir con lo que les señalamos y queremos, al menos, ¡qué carajo!, –y perdón por la doble ordinariez– les dejemos aún más con el culo al aire.  

(Artículo publicado en Las Noticias de Cuenca, semana del 20 al 26 de septiembre de 2019)

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