Santa Ana

 

Foto cortesía de SER Cuenca

Como, por fortuna, este articulista piensa que  al menos de momento, y así desea siga siendo– no parece que esté afectado por la trumpista postura de negación de los resultados de las urnas cuando a uno no le favorecen, ha, lógicamente, aceptado que entre los proyectos finalmente elegidos para su puesta en práctica entre cuantos, dentro del reciente proceso de presupuestos participativos puesto en marcha por el ayuntamiento de Cuenca, se sometieron finalmente a votación, no figure la rehabilitación y puesta en funcionamiento de la hoy tan degradada pista infantil de tráfico del veterano Parque de Santa Ana –el Vivero, vaya–, que aún tuvieron la fortuna de, en su día, disfrutar demonios, hace ya tanto…– sus hijos en su entonces temprana infancia y por la que él había en su participación en la popular consulta optado. Ello no obstante no le impide plantear desde la ventana que estos sus semanales textos le brindan, que, aunque no haya sido por tal vía seleccionada para ello, bien se pudiera, dentro de la propia planificación municipal, acometer esa recuperación de la que, por cierto, llegó a hablar hace dos años, septiembre de 2018,  considerándola como casi inminente, el responsable de la Jefatura Provincial de Tráfico Jacinto Vicente dando cuenta en declaraciones a los medios de comunicación del hecho de que desde ese organismo estaban en conversaciones con el consistorio a fin de volver a utilizarla para la educación vial de los más pequeños, recordando de paso que mientras anduvo en funcionamiento la ciudad estuvo, gracias a ella, a la cabeza de la educación vial, añadiendo que la Dirección General de Tráfico se ocuparía de toda la dotación y de facilitar las correspondientes señales, que habría policías locales dispuestos a dar clases y que el ayuntamiento sólo tendría que rehabilitar el pavimento de la pista. Una recuperación más que deseable que tan bien le vendría unir a su propia espléndida vegetal oferta a este tan entrañable ajardinado recinto, uno de los más antiguos, junto al de San Julián, de la ciudad –vivero de los verdes santificados en asueto le calificó en su día el querido compañero José Vicente Ávila– al que tampoco le vendría nada mal un cierto repaso general que, por ejemplo, restaurara sus muy deteriorados setos, y, desde luego, recuperara la acuática funcionalidad estético-recreativa de sus hoy por hoy, y desde hace ya demasiado tiempo, secas fuentes ornamentales, en actuación que tampoco estaría de más que, ya puestos, se extendiera a la similar recuperación de la ubicada en la inmediata rotonda aledaña al propio parque y a las instalaciones del Parque de Bomberos que también clama desde su desolada aridez por la vuelta al funcionamiento de su surtidor y su pileta. Y ya que de fuentes me he metido a hablar, ¿qué tal si, para evitar los recurrentes problemas que a su correcto funcionamiento les ocasiona una y otra vez la soberana condición caliza de nuestras aguas, se les fuera dotando de un descalcificador que aliviara tan conocido inconveniente?, digo yo…

Artículo publicado en Las Noticias de Cuenca  edición impresa del 13 de noviembre de 20202 y edición digital https://www.lasnoticiasdecuenca.es/opinion/santa-ana-1418

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