Hoy creo
Aún, aún le salta de gozo al columnista el corazón en el pecho tras las recientes expulsiones propinadas por sus pueblos a los dictadores de Túnez y de Egipto - plaza Tahir de todas las esperanzas, que no se malogren tus anhelos – igual que, los hechos se lo han venido a recordar, lo hiciera, con fraternal pero rabiosa envidia, aquel abril del 74 del pasado siglo en que a los fusiles del ejército portugués les brotaron, Grândola, vila morena, claveles de futuro, dándoles a sus conciudadanos lo que a nosotros sólo nos daría, aunque no fuera tanto después, el paso del tiempo - menos mal que, ya que no habíamos sido capaces de la mayor, supimos aprovechar con cierta inteligencia la menor – o le brincaría, quince años después, la noche en que el Muro dejó de serlo iniciando el derrumbe del castillo de naipes de todo el telón de acero y paliando así las en su día sentidas amarguras del aplastamiento soviético de la revolución húngara del 56 o del fin de los seis meses del sueño de la “prim