Oasis
Canta su alegría el sol, tras tantas sucesivas jornadas de grisura y lluvia, desde la ventana junto a la que el columnista, virgen aún la pantalla de su ordenador, anda planteándose cuál podría ser el tema de su semanal entrega. Canta su alegría próxima y doméstica, de buen vecino, con tanta cordialidad y desenfado que, por un instante, casi parecen irreales tragedias como la que, al otro lado del océano, sigue desgarrando Haití – la imprevisible furia de la Naturaleza potenciada por la irracionalidad de tan continuados históricos desatinos – a zarpazos de impotencia y furia, o la que, más puntual pero no menos lacerante, acaba de marcar, en nuevo ejemplo de la vesánica sinrazón nuestra de cada día, con sangre y muerte las calles de Kabul. Canta sí, pese a todo, el sol, su alegría, reconfortante y cálida, quizá animando a que las aún no escritas, ni siquiera pensadas líneas den de lado tan ciertos pero dolorosos hechos para buscar un siquiera momentáneo oasis de si no felicidad, al m