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Mostrando entradas de enero, 2010

Oasis

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Canta su alegría el sol, tras tantas sucesivas jornadas de grisura y lluvia, desde la ventana junto a la que el columnista, virgen aún la pantalla de su ordenador, anda planteándose cuál podría ser el tema de su semanal entrega. Canta su alegría próxima y doméstica, de buen vecino, con tanta cordialidad y desenfado que, por un instante, casi parecen irreales tragedias como la que, al otro lado del océano, sigue desgarrando Haití – la imprevisible furia de la Naturaleza potenciada por la irracionalidad de tan continuados históricos desatinos – a zarpazos de impotencia y furia, o la que, más puntual pero no menos lacerante, acaba de marcar, en nuevo ejemplo de la vesánica sinrazón nuestra de cada día, con sangre y muerte las calles de Kabul. Canta sí, pese a todo, el sol, su alegría, reconfortante y cálida, quizá animando a que las aún no escritas, ni siquiera pensadas líneas den de lado tan ciertos pero dolorosos hechos para buscar un siquiera momentáneo oasis de si no felicidad, al m

La que está cayendo

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Anda que… ¿A ustedes no les escama que así, de pronto, al invierno le haya dado por ser lo que antaño fuera y nos ande congelando a golpe de nevazos y bajos cero que es que esto parece el Ártico, pero el de antes, el de cuando el Polo era el Polo y no el de ahora que se le derriten los icebergs cuando menos se lo espera? A mí me huele a chamusquina. Pues anda que no llevábamos tiempo sin más copos que los justitos para que no los confundiéramos con el algodón de los escaparates navideños o la harina de los belenes y, ¡zas!, de golpe y porrazo, nos caen temporal tras temporal, que nos tenemos que poner todos a andar pisando huevos, no demos un resbalón y acabemos partiéndonos los morros, que hasta al husky siberiano de mi vecino se le fue la pata anteayer. ¿De verdad les parece normal? Pues a mí no, de modo que no he dejado de darle vueltas al asunto y anoche mismo se me ocurrió: ¿no le habrán colado de matute en la maleta al pobre del López de Uralde los daneses esos, y así como el que

Noche de Reyes

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Con el último bocado de tortilla casi todavía en la boca, se levantó, llevó el plato al fregadero, tomó del microondas el ya caliente descafeinado de cada noche y, apagando tras sí la luz de la cocina, entró en el salón y se arrellanó en el sofá ante el televisor. El zapeo por las distintas cadenas le llevó a constatar, cual tantas otras veces, su nulo interés por sus ofertas, de modo que optó por mantener en pantalla la última pulsada – qué más daba - a la espera de lo que pudiera depararle cuando cesase la prolija serie de imágenes de las festivas cabalgatas protagonizadas por todo el país por Sus Majestades de Oriente. La visión de los tres Magos saludando desde sus cabalgaduras o sus carrozas le retrotrajo sin embargo a la enfervorizada tensión de espera experimentada de niño en noches semejantes, en inevitable contraste con su actual certeza de la ausencia de cualquier presente a él destinado por más de Reyes que fuera a ser el día siguiente. Y pese a su ya más que asumida condici

Contra la realidad

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Con el sabroso regusto de la alianza entre el pan con aceite y el té remoloneando aún en sus papilas, se apresta el columnista, tras el voluntario limbo de alejamiento y olvido de las fechas precedentes – nada de periódicos, oiga, ni de televisión, amigo – a regresar a su costumbre del matinal repaso de la prensa. Y de inmediato, no por previsible y esperable menos doloroso el hecho, la sinrazón de la especie viene ya, a golpe de titular, a dinamitar el egoísta oasis – ésta, aquella exposición; aquel espectáculo teatral; el impagable encuentro con los viejos amigos – en las anteriores jornadas disfrutado. Porque da igual que se trate, cual es el caso, de un nuevo testimonio de la implacable represión ejercida por el régimen iraní sobre buena parte de sus ciudadanos, que, cual también hubiese podido ser, del aún mantenido calvario de los cooperantes españoles secuestrados por tierras de Mali o, cual fechas atrás, la incomprensible ineficacia de los Estados para hacer frente a la amenaza

¿Y después de Aminetu?

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Mal que bien, bien que mal, Aminetu Haidar volvió a casa. ¿Y ahora? ¿Aquí paz y después gloria y nos olvidamos de todo? Dejando aparte la opinión que cada cual tengamos del desarrollo del proceso y del más o menos lucido papel desempeñado por las partes, el hecho es que el problema de fondo, es decir, la situación del pueblo saharahui, ahí sigue, sin variar un ápice; tan enquistada y sin resolver como ha venido estando durante tanto tiempo. Y mucho es de temer – la experiencia avala el pesimismo - que a no mucho tardar, en cuanto el retorno de los periodistas que aún andan por nuestro antiguo territorio colonial deje de llevar a los informativos las – seamos deliberadamente exquisitos - trabas marroquíes a la libertad de expresión de sus originarios habitantes por más pacífica que sea su manifestación, se nos vuelva a borrar de la memoria, cual tantas otras cotidianas injusticias, por más que, como corresponsables del desaguisado inicial, tengamos más de mil motivos para tenerlo pres