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Mostrando entradas de marzo, 2011

Literatura y TV

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Dado que este columnista no está apuntado a Canal Plus no habrá podido comprobar anoche – a menos que finalmente recurra, que lo está pensando, a pedirle al vecino que le deje compartir sofá y pantalla tal y como fuera socializadora costumbre en este país en aquellos primeros años, parece que hubieran pasado siglos, del comienzo por nuestros lares de las emisiones televisivas – en qué medida la puesta en imágenes de “Crematorio”, la en verdad que espléndida novela que Rafael Chirles nos regalara hace cuatro años, ha conseguido o no traspasar el espíritu testimonial y profundamente ético de una obra tan literariamente apoyada en el puro lenguaje a un decir tan diferente cual es el visual, pero confía en que la fuerza interna no ya de la historia, sino de sus personajes, en especial ese Rubén Bertoméu, tan profunda y próximamente contradictorio, al que ha prestado carne y voz José Sancho, transparenten cuanto de complejos tienen por y sobre encima de la circunstancia de que el panorama

Velada poética en Roma

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El jueves 24 del pasado febrero tuve la suerte de participar en el recital que, bajo el título de “Poetas en torno a Antonio Gamoneda, Homenaje a lo visionario”, se celebró en la Real Academia de España en Roma, ese enclave hispano en pleno Gianicolo – toda la ciudad a los pies – junto al templete de Bramante en la piazza de San Pietro in Montorio. Lo mejor, el compartir palabra y jornada con gentes como Cecilia Quílez, Guadalupe Grande, Víctor Gómez, Miguel Ángel Curiel, Rafael Saravia – espléndido introductor -, Juan Carlos Mestre o el propio Gamoneda. Así nos tenéis a todos un momento antes de iniciarse el acto junto con el director de la institución, Enrique Panés.
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A pesar de la en verdad que enorme concurrencia de visitantes - casi ni se puede circular por el recinto - y de las vaya si molestas grabaciones pluri-idiomáticas que, junto con los estentóreos llamamientos a pleno pulmón de los vigilantes, recuerdan a cada poco la por otro lado bien poco obedecida prohibición de sacar fotografías y exigen un nunca conseguido silencio, anda que no disfruta el columnista de su reencuentro con la gloriosa realidad de los frescos a los que Miguel Ángel diera vida en la bóveda y en el muro frontal de la Capilla Sixtina y de cuya belleza - dando gracias a la fortuna por haberle permitido asentar sus posaderas en el banco a una de sus paredes adosado – no tarda, olvidándose de todo lo demás, en embeberse, impagable presente de una Roma que a pesar de haberle recibido con la ululante bofetada de un viento tan helado que desdice en las carnes la a priori bastante más bonancible promesa del termómetro (será eso que tanto se dice de la sensación térmica) y de