Borrador de tránsitos

Pues sí, señores, sí: nada menos que mil trescientos millones de toneladas de alimentos aún aptos para el consumo humano son los que, según la FAO, la organización de la ONU para la alimentación y la agricultura, tiramos, pero que literalmente, cada año a la basura los habitantes de este planeta de locos que nos usamos, y eso sin contar ni los excedentes agrícolas ni los descartes de la pesca. Ya les digo: mil trescientos millones de toneladas, que es que ni siquiera creo que haya nadie capaz de imaginarse cuanto es eso. Unos más que otros, claro, que también en esto hay clases – ochocientos setenta millones de nuestros semejantes, que también es cifra, pasan hambre todos los días -  pero vamos, por ejemplo y por eso de no salirnos del propio rodal: nosotros mismos, los europeítos de la Unión, pese a toda nuestra tan cacareada crisis, que por supuesto que la hay y padecemos pero ésa es otra cuestión y asimismo hay crisis y crisis, pues los europeítos, como les decía, nos permitimo

Los cincuenta y cinco grados a la sombra, oiga, que ya es, han dicho los expertos que podrían llegar a marcar los termómetros en futuros estíos por estas nuestras hispanas tierras, a medida que el siglo vaya cumpliendo años, como consecuencia del calentamiento global al que, cada vez está más claro, venimos sometiendo al pobre planeta Tierra. Porque sí; porque la culpa es sobre todo, y también resulta ya más que patente, de nuestra irresponsable conducta de homínidos sin sentido, que también los científicos nos han soltado otra cifra de las de no te menees al precisarnos que el que el origen del problema sea cosa nuestra alcanza la ya apabullante probabilidad del 95 por ciento. Es algo, el del desatino este, que en realidad ya era desde hace tiempo un hecho indubitable por más que los escépticos – los de buena fe aunque poca información o los mucho más peligrosos defensores solapados de puros intereses económicos – se empecinaran, erre que erre, en seguir negándolo en un combatir l

Sí señor, eso se llama rapidez, qué digo rapidez, celeridad y de la buena. Aún andaba caliente el anuncio de que a partir del próximo uno del mes entrante quedarán sujetos a un nuevo copago toda una serie de medicamentos de dispensación ambulatoria en los hospitales (para que nos enteremos, aquellos que sin tener la calificación de “uso hospitalario” se dispensan en esos centros a pacientes no ingresados) y ya, raudo y veloz, nuestro ínclito consejero de Sanidad y Asuntos Sociales, don José Ignacio Echániz, se apresuraba, el martes pasado, a dejar bien claro que nuestra señora la Junta de Comunidades se adaptará en el menor tiempo que pueda a su aplicación. Nada, por supuesto, de un pues mire, no, como esas gentes de retorcido colmillo de la Junta de Andalucía o de Euskadi que ya han hablado de plantear recursos de alzada, que es que ya no saben qué hacer para que las cosas se manejen con eficacia, sino ni siquiera cualquier mínima reticencia como la que su compañero de partido y

La verdad es que el articulista está hecho un lío con este buen hombre del ministro Wert, porque a estas alturas del encuentro ya no sabe si va de imprudente, de provocador o de maquiavélico infiltrado. Porque, dejando para más sesudos y preparados expertos en el tema  - y desde luego para más extensas consideraciones de las que pueden caber en el siempre personal comentario al vuelo de quienes firmamos este tipo de textos -  el debatir sobre cuáles deberían ser o no los caminos y modos para una reforma de nuestro panorama educativo que, desde luego, y cual cualquier realización humana, es y debe ser, vaya que sí, mejorable, o incluso obviando el que según las propias previsiones de su departamento no le parezca un precio social demasiado elevado de su política que pudieran ser unos diez mil los estudiantes universitarios que pudieran quedarse sin beca si no obtienen ese 5,5 que se les ha fijado – a uno diez mil de lo que sea, se trate de diez mil euros o de diez mil chupa-chups