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Mostrando entradas de mayo, 2020

Árboles

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La plantación de tres mil millones de árboles ha sido una de las propuestas claves de la nueva estrategia de biodiversidad para 2030 que el pasado día 20 planteaba la Unión Europea con el objetivo de detener la destrucción que sufre la naturaleza, una estrategia que, enmarcada en un escenario de utilización de energías renovables y reducción de la contaminación atmosférica, implicaría también reducir a la mitad la utilización de pesticidas, invertir la pérdida de polinizadores, incrementar la agricultura ecológica para alcanzar el veinticinco por ciento del total de la tierra agrícola y aumentar la protección de las áreas marinas; una estrategia, eso sí, que para ser aplicada habrá de soslayar el nada baladí problema de la ausencia de un marco de gobernanza general. Pero no es de ese plan, de esa estrategia europea, de lo que hoy quería hablarles este articulista sino, tomándolo tan sólo como espectacular punto de arranque, venirse a algo mucho, muchísimo más modesto pero mucho más

Cara al futuro

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Ya desde antes, bastante antes de la pandemia coronavírica que actualmente nos flagela no andaban precisamente bien, pero que ni remotamente bien –no voy, evidentemente a descubrir nada a nadie– las cosas en la política ni nacional, ni europea, ni universal ni, por tanto, ahí nos duele, en la gestión de los intereses públicos, con una rampante derecha emperrada en seguir incurriendo en las más que demostradas aberraciones sociales del más disparado neoliberalismo y con las izquierdas tradicionales desorientadas y sin saber   a qué carta quedarse entre sus ya no aplicables referencias históricas tradicionales y, tras los ya pasados buenos tiempos del –¿se acuerdan? – bienestar social, un asustante éste no es mi mundo que me lo han cambiado. Evidentemente estábamos y seguimos estando en el final de una era y se precisan nuevas formas, nuevos modos, incluso nuevos objetivos funcionales concretos, para afrontar un futuro vaya si no incierto. Por eso resulta al menos esperanzador, a l

Más que nunca

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Ha hecho sol. Ha hecho sol y ha subido notablemente la temperatura. Tras tantos días de encierro hemos salido, entre el júbilo y el temor, a la magia de la luz y el aire libre. Hasta los más viejos –no les tengamos miedo a las palabras, las cosas son lo que son– hemos salido por fin a embebernos de movilidad y primavera. El río, en todo su esplendor de verdes y reflejos –ventajas, privilegio habría que decir, de vivir donde uno vive– era estas mañanas una orgía de independencia y vida. Entre las ramas de los chopos y los fresnos, por sobre la ceremoniosa presencia de la sarga, por sobre la plural ofrenda de zarzas, majuelos, hiedras y nuezas, por sobre la sencillez de las compuestas, el  rojo aquí estoy de ésta o aquella amapola y la amarilla elegancia de los lirios, sobrevolando el carrizal y el ahora raudo, ahora remansado discurrir de la corriente, dominio del azulón y de algún ocasional cormorán, la pajarería entonaba su abigarrado concierto de trinos y gorjeos. Hemos sido poco