Cara al futuro
Ya desde antes,
bastante antes de la pandemia coronavírica que actualmente nos flagela no
andaban precisamente bien, pero que ni remotamente bien –no voy, evidentemente
a descubrir nada a nadie– las cosas en la política ni nacional, ni europea, ni universal
ni, por tanto, ahí nos duele, en la gestión de los intereses públicos, con una
rampante derecha emperrada en seguir incurriendo en las más que demostradas
aberraciones sociales del más disparado neoliberalismo y con las izquierdas
tradicionales desorientadas y sin saber
a qué carta quedarse entre sus ya no aplicables referencias históricas
tradicionales y, tras los ya pasados buenos tiempos del –¿se acuerdan? – bienestar social, un asustante
éste no es mi mundo que me lo han cambiado. Evidentemente estábamos y seguimos
estando en el final de una era y se precisan nuevas formas, nuevos modos,
incluso nuevos objetivos funcionales concretos, para afrontar un futuro vaya si
no incierto. Por eso resulta al menos esperanzador, a la expectativa de lo que
puedan, crucen los dedos, dar de sí, la aparición de algunas iniciativas cara a
afrontarlo de otra manera a como hemos venido –incluso cabría decir no hemos
venido– haciéndolo. Iniciativas por ejemplo como la de esa Internacional Progresista
que propulsada al alimón por el movimiento prodemocrático y paneuropeísta
DiEM25 y The Sanders Institute (la asociación fundada en 2017 por Jane Sanders,
esposa del senador demócrata Bernie Sanders) que este pasado lunes lanzaba su
página web, una web en la que cualquier persona u organización que quiera
apoyarla podrá registrarse para convertirse en miembro. Un movimiento secundado
por más de cuarenta intelectuales y políticos de todo el globo –entre estos
últimos, por ejemplo la primera ministra islandesa o la ministra argentina de
Mujeres, Género y Diversidad– que aspira a fomentar la unión, coordinación y
movilización de activistas, asociaciones, sindicatos, movimientos sociales y
partidos en defensa de la democracia, la solidaridad, la igualdad y la
sostenibilidad uniendo esfuerzos y conocimientos para, por ejemplo, defender la
asistencia médica universal, la protección de los derechos laborales o la
cooperación internacional. No es este modesto articulista de provincias quién
para avalar que ésta sea ni la única ni siquiera la mejor manera para afrontar
unos retos tan complejos como los que se nos presentan, pero sí para expresar
su opinión de que desde luego le parece preferible a cuanto hasta ahora hemos
venido padeciendo y a afirmar su convencimiento de que por esos derroteros o
muy parecidos –el freno a la desigualdad social y al demencial suicidio
climatológico que hemos venido propiciando, el aprovechamiento de unas
pluralidades ideológicas no enfrentadas sino colaborantes, la búsqueda en fin
de un sistema poscapitalista más humano y, qué demonios, práctico– deberíamos
empezar a transitar exigiendo y obligando a
nuestros representantes, gobernantes y poderes fácticos a que por ellos
asimismo se encaminen y nos encaminen. ¿Que les parece una utopía?, pues miren,
bien nos convendría recordar aquello que de ella, de la utopía, dijera en su
día el escritor francés Anatole France cuando afirmó que es el principio de
todo progreso y el diseño de un futuro mejor.
Artçiculo aparecido en "Las Noticias de Cuenca" 13/05/2020
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