Ahora o nunca
“No son tiempos nada fáciles para Europa” confesaba hace nada –el pasado martes, vaya– el ministro de Exteriores de Alemania Heiko Maas al hilo de su encuentro en Valencia con su homóloga española Arancha González Laya. No, desde luego; desde luego que no lo son pero, qué demonios, acaso precisamente esa extrema dificultad de la situación, probablemente la más ardua, complicada y crucial de cuantas la Unión Europea ha tenido que aportar a lo largo de su existencia, ¿no debería llevarnos a, haciendo de la necesidad virtud, decidirnos de una vez por todas a que ella –la hoy por hoy todavía, no lo olvidemos, nuestra Unión– juegue en la palestra internacional un papel como actor geopolítico al que, maldita sea, tanto hemos venido en los últimos tiempos renunciando? Un papel que –tampoco estamos tan minusválidos, caramba si realmente sumamos cualidades, potencias y esfuerzos en una acción realmente mancomunada– evite quedarnos como comparsas en ese tablero mundial donde, con la tensión