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Mostrando entradas de octubre, 2010

El otoño, una vez más

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Aún no mucho más que púber atrevido, pero más que consciente ya de su tonal misión, va tendiendo el otoño sus primeros festones de púrpuras y oros cabe el sosegado discurrir del río, a la par que espejo, imagen - ¿quién podría aspirar a separarlos – de su pictórica tarea. En su propia realidad suspenso duda el puente su otorgada identidad de unión entre riberas en la esencia translúcida del agua, plural corriente de sueños y preguntas, viajera de sí misma por destino, inventora de su propio acontecer y tiempo. Laberinto de pretéritos remotos, despliega el légamo un tapiz movedizo de luces y sospechas al cobijo acogido de la heterogénea vegetal cortina tras la que una y otra orilla se enmascaran, real irrealidad de lo real, y en el estar sin estar de tanta calma - la propia tarde en su contemplación absorta - siempre y nunca son las dos caras de una misma moneda en tanto que, a la par princesa y cenicienta, la ciudad se empina sobre sí misma dudándose entre cielo y tierra. Atrapado por

Placidez

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Atrás ya tanto el oasis con que Ruidera orna en humedad y verde, cual en los mejores tiempos, loado sea el cielo, el corazón mismo de La Mancha, cuanto los cervantinos ecos de la sima de Montesinos – mi señor don Quijote colgado de la soga soñando Durandartes y Belermas – rueda el coche, pasada ya Ossa de Montiel, de regreso a Alameda de Cervera donde, una vez más, se alberga el columnista acogido a la fraternal hospitalidad de su amigo Amador Palacios (y, por supuesto, de su mujer, Rosario) tras haberle acompañado la víspera en la presentación de su último poemario, “Prosas esculturales”, en el acogedor espacio al efecto montado por el escultor, pintor y ceramista Alfredo Martínez, plasmador de sueños en madera, hierro, lienzo o barro, en su taller de la alcazareña pedanía. Sibilas, las encinas entonan en el soleado mediodía su litúrgica salmodia entre cielo y tierra augurando nuevos momentos de disfrute cual la prevista compartida cena con el también poeta y magnífico artista plástic

Nobel, Nobeles

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Claro, claro que al columnista le alegró, vaya que sí, la concesión del Nobel de Literatura a Vargas Llosa, don Mario, seguidor cual es del peruano desde que le deslumbrara con “Los cachorros” y aún a costa de haberse tenido que tragar de cuando en cuando algún peñazo, que hasta el mejor escribiente echa un borrón. Pero, a fuer de ser sincero, el Nobel que de verdad le ha llenado más de gozo es el de la Paz a Liu Xioboo por su lucha en pro de los derechos humanos en su país, en China, algo que incluso le ha venido a reanimar un algo la tan de costumbre mortecina llama de su, pese a todo, mal que bien mantenida fe, a la larga, en el ser humano; y ello a pesar de que bien consciente es de que el hecho valdrá bien poco, una vez apagado el chisporroteo mediático, si no genera, cual bien ha señalado Amnistía Internacional, una mayor y continuada presión para que esos derechos y libertades por los que tanto ha peleado alcancen en su país un desarrollo paralelo al económico conseguido en los

Columnistas

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Periodista, escritor o filósofo a ras de calle, depende de quien lo describa, hoy por hoy y desde hace ya bastante tiempo, el columnista – que no, distingamos, el comentarista especializado, que ése es otro Juan - es guinda obligada (o guindas, si son varios) de cualquier publicación periódica que se precie. Más volcado hacia la literatura éste, más aferrado a la pura agenda del día aquél, más atila verbal y sanseacabó el de más allá, lo cierto y verdad es que los columnistas - pasemos de la imprecisa tercera persona a la testimonial primera del plural – pontificamos a diestro y siniestro sobre lo humano y lo divino desde nuestro rincón en la página o en el tótum revolútum de la red, acogidos al simple mire usted yo lo veo-siento-entiendo-no entiendo así y santas pascuas, sin más méritos en principio que los que el editor, si de papel o web profesional se trata, pueda haber considerado que le vienen bien, o los prestados por la pura osadía del yo me lo guiso, yo me lo como, si lo hacem

Cambio de tercio

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Hace ya algún tiempo que algunos veníais acusando a este blog de monotemático, preguntándome por qué no los abría a otros campos. Puede que tengáis razón, de modo que os hago caso y, de momento y para abrir boca, os copio uno de mis poemas. Ya me diréis El día que todas las mujeres del mundo me desearon I El día que todas las mujeres del mundo me desearon estaba de vacaciones; no pudieron encontrarme. El día que todas las mujeres del mundo ansiaron mi presencia y a casa por teléfono, por fax o por la red llamaron en busca de una cita tan sólo por respuesta hallaron el eco de su anhelo. El día que todas las mujeres del mundo (todas menos una) con pasión total reclamaron a coro mi presencia, ese día – ese día justo – andaba yo ausente de mi habitual domiciliada angustia y no les pude siquiera decir no, lo siento, de verdad, no puedo ... no, gracias, lástima, otra vez será ... El día que todas las mujeres, en común pulsión, me codiciaron paladeábamos - ¿te acuerdas? – a sorbos breves nues