Columnistas


Periodista, escritor o filósofo a ras de calle, depende de quien lo describa, hoy por hoy y desde hace ya bastante tiempo, el columnista – que no, distingamos, el comentarista especializado, que ése es otro Juan - es guinda obligada (o guindas, si son varios) de cualquier publicación periódica que se precie. Más volcado hacia la literatura éste, más aferrado a la pura agenda del día aquél, más atila verbal y sanseacabó el de más allá, lo cierto y verdad es que los columnistas - pasemos de la imprecisa tercera persona a la testimonial primera del plural – pontificamos a diestro y siniestro sobre lo humano y lo divino desde nuestro rincón en la página o en el tótum revolútum de la red, acogidos al simple mire usted yo lo veo-siento-entiendo-no entiendo así y santas pascuas, sin más méritos en principio que los que el editor, si de papel o web profesional se trata, pueda haber considerado que le vienen bien, o los prestados por la pura osadía del yo me lo guiso, yo me lo como, si lo hacemos desde el blog personal, tan sólo apoyados en la esperanza de una final comunión cómplice con quien nos lea. Extraño en verdad un hacer tan al albur de conseguir quintaesenciar en unas pocas líneas un sentir, un pensamiento, una idea; eso, vamos, que de repente, ¡toma ya!, consigue de modo tan prodigioso - ¿se me nota la cochina envidia? - un viñetista tan de otro mundo como El Roto cuando, como el otro día, le sobra hasta el trazo para sentenciar: “la realidad es una alucinación producida por la ausencia de propaganda”.
Publicado en Columna Cinco Grupo El Día el martes 5 de octubre de 2010. Foto tomada de internet

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