Ojalá
Parecía impensable pero ahí está: en Túnez, ese Túnez que para tantos de nosotros, españolitos de a pie, no pasaba de ser un reclamo más en los escaparates de las agencias de viaje - las playas de Hammamet del brazo del esplendor de los mosaicos romanos – todo lo más mezclado con la borrosa imagen, Aníbal, ¿no?, de aquellas guerras púnicas que estudiábamos en el colegio, sin que se nos diera un ardite el saber ni quiénes ni cuan deshonestamente regían sus destinos (y de haberlo sabido tampoco, seamos sinceros, nos hubiera quitado demasiado el sueño), corren vientos de esperanza democrática que ojalá se confirmen. Sí, ojalá. Ojalá lo hagan pese no ya a las chinas sino a los verdaderos peñascos que tantos países de su entorno y parecidas características no van a tardar en ponerles a sus ciudadanos en el camino y pese a lo poco o nada que, mucho se teme este columnista, vaya a ayudarles en el empeño esta nuestra tan hipócrita sociedad occidental tan dispuesta siempre a cerrar los ojos -