Sal y sonrisas
Faltaban todavía dos o tres horas más veinticuatro, sábado, media tarde, para que los chicos de del Bosque, aupa "la roja", les dieran un baño de buen hacer y goles - cuatro a cero, ni los más optimistas, oiga - a los bambinos de "la azzurra", y acababa el columnista, tras las fatigas de su accidentado viaje, de acogerse al cálido abrazo de un Mediterráneo que ni las climatizadas, mire, cuando vio llegar para acompañarle, en brazos de sus padres, el desnudo cuerpo de su nietecilla, ni seis meses todavía, en el que iba a ser su marítimo bautizo.Fue entonces,al contemplar su primero asombrada, luego complacida sonrisilla y a continuación las ávidas lametadas a las salinas gotas llegadas a sus labios, cuando, en tanto el sol jugaba al escondite sus anaranjados guiños tras el discontinuo celaje, ahora me véis, ahora no me véis, de las nubes vespertins, cuando se le borraron definitiva y totalmente de la memoria el que su coche le hubiera dejado ti