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Mostrando entradas de marzo, 2021

Un asunto pendiente

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  Raro será el articulista que, como inevitable consecuencia de su asumida condición de periódico comentarista de lo que a su alrededor va pasando, no vaya coleccionando en su diaria atención a esa cotidianidad toda una serie de temas que, hayan sido o no objeto de sus textos,   saltaron en determinado momento a los medios para luego, guadianescos, desaparecer durante un más o menos largo periodo, volver quizá, si hay suerte, a reaparecer y nuevamente hacer mutis; temas, hechos, anuncios, sucedidos, que van así engrosando la que cabría bautizar como su carpeta de asuntos pendientes. Una carpeta que de cuando en cuando puede que le dé por repasar e incluso puede que decida recuperar alguno de sus contenidos para, aprovechando la ventana que le proporciona su atrabiliario oficio, ponerlos de nuevo en circulación para interrogarse que qué pasa con ellos, qué cómo va, por ejemplo, si se trata de proyectos teóricamente en marcha, su desarrollo. Pues bien, a quien esto firma le ha apetecido

Gonzalo

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                                                                                    Gonzalo Pelayo Gómez El lunes 8, con la proyección de “Cantando bajo la lluvia” de Stanley Donen, uno de los títulos más emblemáticos de su género cinematográfico preferido, el musical, el cine club Chaplin rendía homenaje a Gonzalo Pelayo, no sólo uno de sus fundadores sino también uno de los principales impulsores de su continuada actividad a lo largo de ese medio de siglo de existencia que la asociación cinéfila conquense se apresta a cumplir. Pero Gonzalo Pelayo, fallecido hace ahora prácticamente un año – nos decía adiós a causa de la Covid 19 el 21 de marzo del pasado 2020– no sólo fue esencial para el mantenimiento y fomento de la afición al séptimo arte en nuestra provincia –a ese   su continuado faenar en el Chaplin hay que añadir su decisiva gestión para el establecimiento en   la capital de los multicines que evitarían que nuestra capital se quedara sin sala alguna de exhibición fílmica o su

Peor que en el XVIII

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A veces donde menos uno se lo piensa le salta a los ojos y al entendimiento algo que le hace ver la importancia de un problema con mayor impacto todavía que otros datos en apariencia más relacionados con él. En el interesante reportaje publicado estos días por uno de nuestros diarios nacionales, en concreto El País, sobre los cambios experimentados por la población actual de nuestra nación en comparación con la que hace doscientos cincuenta años, allá por el siglo XVIII, mostraban censos como los realizados por el conde de Aranda, Floridablanca o Manuel Godoy, un dato salta de inmediato a los ojos y el entendimiento de quien a su lectura se aboca: en una España que por aquel entonces no contaba con más de diez millones de habitantes frente a los cuarenta y siete que ahora mismo la integramos, tres provincias, Teruel, Soria y la nuestra, Cuenca, tenían sin embargo, pásmense ustedes, más población que ahora. Si por entonces las tres contaban con –los datos no son tan precisos o fiabl

Los Valdés y el "Lazarillo"

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  “El Lazarillo de Tormes” , uno de los títulos magnos de la tradición literaria de nuestro país y, en palabras de Menéndez Pidal, la obra ““Príncipe y cabeza de la novela picaresca” ha sido siempre un libro rodeado de enigmas, desde el cuándo, cómo y dónde pudo escribirse o cuál fuera la fecha de su primera edición hasta, sin duda el más llamativo de ellos, la identidad real de su autor. No obstante, a lo largo del tiempo los estudiosos han elaborado hipótesis y han llevado a cabo sus propuestas a la caza de establecer esa autoría. Quizá las dos más importantes en la última época han sido las que hablan a este respecto de dos conquenses, los hermanos Valdés. Así, si al comienzo de la actual década era la catedrática de Literatura española de la Universidad de Barcelona Rosa Navarro Durán quien, primero parcialmente en la revista Ínsula y luego en la editorial Gredos, no dudaba en expresar su convicción de que – cual ya afirmara Joseph V. Ricapito en 1976– el libro habría sido fruto fe

Después del Museo

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                                                                                  Óleo de Miguel Ángel Moset Si algo resulta indubitable en la historia de la práctica artística conquense contemporánea es la influencia decisiva que tuvo y ha seguido teniendo en ella el asentamiento en la capital de la provincia de la colección de Arte Abstracto que Fernando Zóbel inauguraba el 1 de julio de 1966 en las por aquellos días restauradas Casas Colgadas. Su apertura, aparte de colocar a Cuenca en la agenda plástica nacional, iba a significar un radical antes y después en la propia vida cultural de la ciudad por su papel como esencial elemento catalizador de su desarrollo. Y es que el Museo – recordemos que fue el único dedicado al arte contemporáneo que hubo en España hasta la muy posterior puesta en marcha, en 1990, del Reina Sofía– al acercar a la sociedad conquense a la modernidad plástica  iba a actuar como revulsivo para cuantos, especialmente los más jóvenes, andaban dando en ella sus pr