Peor que en el XVIII
A veces donde menos uno se lo piensa le salta a los ojos y al entendimiento algo
que le hace ver la importancia de un problema con mayor impacto todavía que
otros datos en apariencia más relacionados con él. En el interesante reportaje
publicado estos días por uno de nuestros diarios nacionales, en concreto El
País, sobre los cambios experimentados por la población actual de nuestra nación
en comparación con la que hace doscientos cincuenta años, allá por el siglo
XVIII, mostraban censos como los realizados por el conde de Aranda,
Floridablanca o Manuel Godoy, un dato salta de inmediato a los ojos y el
entendimiento de quien a su lectura se aboca: en una España que por aquel
entonces no contaba con más de diez millones de habitantes frente a los cuarenta
y siete que ahora mismo la integramos, tres provincias, Teruel, Soria y la
nuestra, Cuenca, tenían sin embargo, pásmense ustedes, más población que ahora.
Si por entonces las tres contaban con –los datos no son tan precisos o fiables
como los actuales pero sí bien indicativos– unos14 habitantes por kilómetro
cuadrado, ahora en Soria solo hay 8,6, lo que supone una caída del 30% de
vecinos entre 1787 y 2020 (de 115.092 a 88.884); por su parte, Teruel tiene 9,06
habitantes por kilómetro cuadrado, una drástica reducción del 42% (de 191.118 a
134.176 habitantes); y Cuenca, que es la única de las tres que supera la decena
de habitantes por kilómetro cuadrado, pues según los datos del aludido censo de
Floridablanca, “sólo” habría visto reducida su población en un 5% en los últimos
300 años (de 206.218 habitantes a 196.139). A uno le parece que son datos que,
con su impacto, casi nos ponen más de relieve la tremenda importancia del
problema –en especial en cuanto más directamente nos afecta– de lo que
últimamente se ha venido a llamar la “España vaciada” que, incluso, las cifras
que hoy manejan los expertos, por ejemplo las incluidas en el trabajo de
investigación “La despoblación de la España interior” que, editado por Funcas y
realizado por los economistas Eduardo Bandrés y Vanessa Azón, colocan a nuestra
provincia en lo que –dentro del grupo de las veintitrés que conforman esa España
despoblada– llaman su núcleo duro junto a Ávila, León Zamora, Salamanca, Lugo,
Orense, Segovia, Palencia y, por supuesto, Soria y Teruel, víctimas todas ellas
de un proceso histórico que las ha llevado –que nos ha llevado– no sólo a la
pérdida de población sino asimismo a ostentar en esa población las mayores tasas
de envejecimiento. Un problema que menos mal que de tanto en tanto parece que va
encontrando aquí y allá algo de espacio –en fin, por algo se empieza– en los
medios de comunicación en esos huecos que de cuando en cuando dejan libres la
opresiva omnipresencia de la Covid 19 o los incesantes rifirrafes partidistas y
que también parece que está empezando a mover no sólo la conciencia sino la
actividad reivindicativa –entre nosotros, por fortuna también– de grupos
organizados, primer e imprescindible paso para que la presión ciudadana empuje a
los poderes públicos a pasar de las declaraciones, los estudios y el esbozo de
planes a una acción más efectiva para encarar lo que no cabe sino calificar de
una verdadera lucha por la supervivencia.
Artículopublicado en
Las Noticias de Cuenca
el viernes 5 de marzo de 2021 y en la edición digital
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