Contra la realidad



Con el sabroso regusto de la alianza entre el pan con aceite y el té remoloneando aún en sus papilas, se apresta el columnista, tras el voluntario limbo de alejamiento y olvido de las fechas precedentes – nada de periódicos, oiga, ni de televisión, amigo – a regresar a su costumbre del matinal repaso de la prensa. Y de inmediato, no por previsible y esperable menos doloroso el hecho, la sinrazón de la especie viene ya, a golpe de titular, a dinamitar el egoísta oasis – ésta, aquella exposición; aquel espectáculo teatral; el impagable encuentro con los viejos amigos – en las anteriores jornadas disfrutado. Porque da igual que se trate, cual es el caso, de un nuevo testimonio de la implacable represión ejercida por el régimen iraní sobre buena parte de sus ciudadanos, que, cual también hubiese podido ser, del aún mantenido calvario de los cooperantes españoles secuestrados por tierras de Mali o, cual fechas atrás, la incomprensible ineficacia de los Estados para hacer frente a la amenaza del cambio climático, ejemplos todos de la cerrazón que tan inseparable parece del actuar humano. Es por ello que decide dar de lado la lectura y, posponiendo el retorno a la realidad, acogerse a la invitación que vislumbra en la mirada de su vieja y fiel perra, y salir, aunque sea paraguas en mano, a dar el primer paseo del día por el cercano parque.
Publicada en Columna Cinco, Grupo El Día, el martes 29 de diciembre de 2009. Foto, JAG

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