Muertes anunciadas




Aún, aún podemos hallarlas cada mañana junto al resto de sus colegas, en el mostrador del quiosco o, siguiendo la tan económica y socorrida costumbre por estos pagos, darle un rápido ojeo mientras, acodados en el del bar, damos el primer sorbo al café de media jornada, si no le habíamos ya echado antes un vistazo en su discurrir de despacho en despacho, en la oficina. Sí, aún podemos leerlas y estar o no, sana costumbre, de acuerdo con su información o sus puntos de vista, pero todo parece indicar que pronto no será posible; que la suerte, más que aciaga, está ya echada; que a bien corto plazo - ¿un mes?, ¿mes y medio? – la pluralidad informativa de Castilla La Mancha sufrirá el zarpazo de la desaparición de las respectivas ediciones de La Tribuna de Cuenca y de Guadalajara (la de Talavera, a lo que se dice, seguirá pero con plantilla más que mermada). Y con ello, crisis o no crisis, puñetero ERE de por medio, no sólo van a quedarse en el paro, deshechos sus legítimos planes, un buen puñado de profesionales, sino que todos nosotros, la propia sociedad para la que venían ejerciendo su labor, vamos a quedarnos algo más pobres, algo menos nosotros mismos. Porque cada vez que una de las voces – más o menos parciales, incluso partidarias, ¿por qué no? - del abanico noticiero desaparece, queda herida esa deseable plural esencia, tan sólo posible si nace de la diversidad de opciones de elegir y contrastar, que tan vital, tan necesaria es para cualquier sociedad libre. Perdonen, pero… ¡mierda!

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