Ética y política



Aún cuando ética y política conformen pareja ya desde el mismísimo Aristóteles, la verdad es que en demasiadas ocasiones no parecen ser excesivamente compatibles. Tan perogrullesca afirmación no viene propiciada por ningún doméstico affaire sino por el reciente viaje del ministro de Exteriores y de diputados de casi todo el arco parlamentario – reseñemos la ausencia de IU – a Guinea Ecuatorial. Porque aunque el jefe de nuestra diplomacia haya solicitado de Obiang más pluralismo político y libertad de expresión y participación en las elecciones presidenciales previstas para 2010, al columnista, ingenuo pero no tanto, le parece que la visita se enmarca mucho más entre el “borrón y cuenta nueva” demandado por el dirigente guineano y la afirmación de Moratinos de que “se ha abierto una cartera de oportunidades” con un país que, miren por dónde, es el cuarto productor de petróleo del África subsahariana aunque hasta ahora, pese a nuestras históricas relaciones, hayan sido otros quienes han sacado tajada. Y al columnista que – ya dije que ingenuo, añadan ahora que nada práctico – le hubiera gustado mucho más que España hubiera adoptado por postura la que Human Rights Watch ha pedido a Obama a propósito precisamente de nuestra otrora colonia: que “en lugar de ignorar la corrupción y los derechos humanos en favor de los intereses energéticos, puede dejar claro que la buena gestión gubernamental y el respeto por los derechos humanos son esenciales para la seguridad energética”.

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