Dime guau, que yo me entere


Que sí, que ha salido en los papeles: que, puestos a inventar, quienes en ello andan se han sacado del magín un aparatillo que, así como el que lava, es capaz de interpretar las emociones caninas y en un pis pas traducirlas al mismísimo verbal lenguaje humano. El artilugio – que a lo que se dice ya anda causando furor en determinadas tiendas on line – consiste en un módulo capaz de interpretar las emociones del animal a partir de la duración, entonación e intensidad de sus ladridos y gruñidos que, captados por un sensor especial que se le coloca al cuello, son transmitidos al receptor inalámbrico del amo y, descodificados, pueden llegar a convertirse en nada más y nada menos que unas doscientas frases diferentes, bastantes más, pienso yo, por cierto, de las que cualquier pareja humana suele cruzarse en su digo-dices normal de cada día. Eso sí, de momento el invento sólo parla en japonés pero seguro que en dos patadas lo hará en inglés, que ya anda llegando a los USA y de ahí a que lo tengamos en español digo yo que tampoco tardará tanto. En cuanto, pero que en cuanto lo he sabido, me he ido corriendo a la entrada del piso y me he quedado mirando, emocionado, a mi perra que, ajena a tan gran evento, se estaba echando la siesta. Mi atropellada llegada la ha sacado de su sopor y dándose de inmediato cuenta de que algo raro me pasaba, se ha desperezado, me ha guiñado un ojo y, resignada, se ha puesto en pie dispuesta, aunque maldita la gana que se veía que tenía, a sacarme de paseo a ver si me tranquilizaba.
Publicado en Columna Cinco, Grupo El Día, el martes 26 de enero de 2010. Foto JAG

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