Miserias



Miserias, sí; miserias. Esas tan de todos miserias nuestras de cada día. El paro, desde luego, la precariedad laboral o la violencia de género que tan entre nosotros anidan o, ampliando el campo, la permanencia del hambre y tantas enfermedades más que evitables en convivencia con tantas demostraciones de despilfarro o la permanente amenaza de lapidación que pesa hoy sobre Sakineh Ashtiani, mañana sobre cualquier otra persona, por supuesto. Pero también, vaya si también, las miserias de la jerarquía católica – la mía, vaya por delante – ocultando durante años y años los abusos a menores; de la corrupción que tanto infecta nuestra sociedad; del egoísta mirar para otro lado de los máximos gobernantes europeos ante las –llamémoslas por su nombre – deportaciones de gitanos rumanos promovidas por su colega galo o ante los atentados contra los derechos humanos perpetrados en Cuba o en China – ¡ay, razón de estado, cuantos desafueros se cometen (cometemos) en tu nombre! -; o del racaneo infame - qué bien nos ha venido la crisis como excusa - para intentar siquiera cumplir con los pomposamente acordados objetivos del Milenio… Miserias físicas pero sobre todo morales en las que todos, no escurramos el bulto - ¿hacemos, exigimos otra cosa? – tenemos parte, la que sea pero parte, de culpa, al menos la que nos corresponde por el egoísmo de nuestro tan habitual san para mí y nuestro tan socorrido qué puedo hacer yo, pobrecito … Lo que les decía, miserias; nada más que miserias, Dios nos valga.

Publicada en Columna Cinco Grupo El Día el martes 21 de septiembre de 2010. Foto tomada de internet

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo que deberíamos hacer

PRESENTACIÓN EN EL MUSEO DE ARTE ABSTRACTO DE CUENCA DE MI ANTOLOGÍA

Un debate amplio y profundo