Adiós, don Luis



No hace mucho más de un mes la invitación a presentar en público “Los jueves milagro” daba al columnista la oportunidad de disfrutar, una vez más, del jugoso y socarrón universo fílmico de Luis – de don Luis – García Berlanga. Porque aunque no fuera una de sus obras maestras, la película, desde el mismo inicial silbato de ese tren que ya no va a parar nunca en Fontecilla tras la entrada en decadencia de su balneario de cálcico-nitrogenadas aguas, y especialmente en toda su primera parte, atesora las características de la mordaz y sin embargo a la par tierna mirada del levantino sobre la humana condición hispana. En ella está ya el Berlanga que maneja como nadie el plano secuencia; el Berlanga maestro de la narración coral; el Berlanga nexo de unión a su modo y manera de Arniches con el neorrealismo italiano e incluso el Berlanga que en algún un momento hasta casi nos adelantaba, “avant la lettre”, lo que luego íbamos a llamar realismo mágico aunque, eso sí, a pie de celtibérico terruño… Y, desde luego, el Berlanga agudo cronista de nuestros ridículos intereses y egoísmos a través del ser y actuar de unos personajes que casi son caricaturas pero a los que, paradójicamente, les infunde tanta humanidad, tanta verdad nuestra de cada día, que se nos vuelven, pese a los satíricos trazos con que nos los presenta, entrañables, próximos, cercanos… Adiós, don Luis, y gracias por tanto regodeo por tus historias propiciado, y por el goce que aún, cada vez que de nuevo las veamos, nos volverás a regalar.

Publicado en Columna Cinco, Grupo El Día, el martes 16 de noviembre de 2010. Foto tomada de internet

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