Contradicciones y varas de medir




Pues érase que se era un país - de cuyo nombre vaya si no nos acordamos todos, nada cervantinos a este respecto, a cada momento, de tanto como nos angustia su día a día – en el que no todos pero sí, qué quieren que les diga, bastantes de sus dirigentes, o compañeros ideológicos de ellos, daban cada vez más la impresión de no tener el menor empacho ni por un lado en incurrir en las más rotundas contradicciones lógicas, ni por otro en aplicar las más distintas varas de medir a la hora de juzgar lo por ellos dicho o lo expresado por quienes de ellos discrepaban. Así, ejemplos de lo primero, se empeñaban en proclamar y asegurar, una y otra vez, que el despedir a troche y moche en los cuerpos de la administración y el facilitar el hacer lo propio a la clase empresarial eran remedios eficaces para conseguir que hubiera menos parados; o que disminuir los medios tanto humanos como materiales en los campos de la educación y la salud no sólo no empeoraría sus prestaciones sino que la mejoraría; o permitían que el principal gestor del primero de esos campos afirmara que no le preocupaba la reprobación hacia su política de los demás partidos ya que sólo lo haría si le reprobaban sus destinatarios – o sea, hay que suponer que los padres y los estudiantes – olvidando las constantes protestas puestas de manifiesto por tantos y tantos de ellos. En cuanto a lo segundo, bien clarito dejaban que era de lo más razonable – o, todo lo más, meros deslices verbales, ya saben, eso del lapsus línguae, que vamos que ni fu ni fa – hablar de kale borroka al referirse a los participantes en ciertas manifestaciones de descontento, tildar de pijo ácrata al juez que había osado referirse a la decadencia de la clase política, o calificar de villano al actor crítico con su política (por no hablar de cierto estentóreo ¡que se jodan!, se dirigiese a quien se dirigiese), pero, a la vez y sin pudor alguno, se negaban, valga a su vez como muestra, a debatir el informe sobre su proyecto de reforma educativa presentado por uno de los sindicatos del sector porque en él, ¡vade retro!, se les acusaba de reflejar ideologías neoliberales mezcladas con rancios principios de anteriores épocas. Y la historia iba, a lo que parecía, para largo…

Texto publicado en la sección Columna Cinco, en El Día de Castilla La Mancha y El Día Digital el martes 6 de noviembre de 2012. Foto tomada de internet 

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