Sin arreglo



La verdad, no tenemos arreglo. Que si hoy, que si mañana, que si Europa, que si la comunidad internacional en su conjunto… pero el caso es que mientras, hipócritas, seguimos hablando de la necesidad, la imperiosa necesidad, claro, por supuesto, cómo no, de ser solidarios, les cerramos las fronteras o incluso, a más de palos, empleamos contra ellos, como en Hungría, gases lacrimógenos, que a ver si nos van a estropear las cuchillas de la alambrada, oiga. Y es que, seamos sinceros, digamos lo que digamos, ni sabemos ni a lo que se dice podemos –toma ya eficacia de países desarrollados– ni, por desgracia, probablemente, y ahí estaría el quid de la cuestión, en el fondo queremos, europeítos de pro, afrontar realmente el problema de los refugiados, asustados de perder pero que ni tanto así de nuestra frente a la suya, pese a recortes y austeridades, privilegiada situación socioeconómica, que es que son muchos, mire usted, por más que el número que andemos barajando de a cuantos podamos o no acabar acogiendo quienes, que ésa es otra, terminemos haciéndolo, anda que no dista, aún en sus mayores cálculos, de la situación al respecto de países como Turquía, Jordania o el Líbano en el que, por ejemplo, en estos momentos la población refugiada siria supone un tercio de la total:  más de un millón de personas en un país de cuatro millones. La única esperanza, déjenme que la mantenga, residiría quizá, además de la, pese a las últimas medidas, generosa actitud del ejecutivo alemán –aplausos esta vez para doña Angela tras haberle criticado tanto por otros motivos– en que, al menos en algunos estados de la Unión, parece que existiría una cierta propensión tanto por parte de organizaciones no gubernamentales e incluso de determinadas instituciones como en alguna medida, a ras de calle, de un cierto número de ciudadanos de a pie –crucemos los dedos y esperemos que no se nos vaya la fuerza por la boca– a echar por lo menos un algo más de mano a quienes lo único que se han visto obligados a hacer es a escapar, no ya de la miseria sino de la propia muerte como consecuencia de una situación en cuya génesis nuestro bendito Occidente tiene, recordémoslo, buena parte de culpa. Lo mismo tampoco estaba mal que no sólo se lo hiciéramos saber de alguna forma a nuestros queridísimos gobernantes sino que de algún modo intentáramos presionarlos para que se tomen más, pero que bastante más en serio que hasta ahora, el afrontar aquí y ya de manera eficaz el asunto y vayan pensando, también, en cómo hincarle el diente, ésa sí que es, pero no hay otra, al arreglo en origen del problema.

Publicado en Las Noticias de Cuenca. Sección DÉJENME QUE LES DIGA. Semana del 18 al 24 de septiembre de 2015. Foto tomada de internet.

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