Crucen los dedos
Crucen, crucen los
dedos a la espera de que los ciento cuarenta y siete países que a partir del
próximo 30 de este mes van a acudir a la cita en París de la COP 21 –que por si
alguno de ustedes no lo sabe es la Conferencia de las Partes de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático, toma ya sigla– le echen al asunto lo que hay
que echarle y lleguen a decisiones que de verdad contribuyan a hacerle frente,
al menos en un algo, al que sin duda es el mayor desafío global al que en la
actualidad se enfrenta nuestro pobre planeta, adoptando medidas para conseguir,
ése es, dicen, el objetivo, que la temperatura media mundial no se incremente
en este nuestro siglo, como parece que haría si no tomamos medidas, dos grados
por encima de la que nuestros
antecesores tenían en la era preindustrial, mediante compromisos voluntarios
–sigan cruzando los dedos– para reducir los gases de efecto invernadero en el
horizonte de 2030 –hasta entonces parece que nanay, que seguirán creciendo– y
entre ellos especialmente el CO2 proveniente de
la utilización de los combustibles fósiles como fuente de energía, sea, cual
algunos de esos países proponen, mediante la reducción directa de esas
emisiones, sea, cual ofertan otros, minorando su consumo de energía. Y bueno,
parece que algo podría lograrse –póngale una vela a quien les parezca– dado que
quienes más contribuyen a esa contaminación estarían –estaríamos, que junto a
China y a Estados Unidos, los dos principales cocos, por ahí anda también
nuestra bendita Unión Europea–más dispuestos ahora a ponerse a la faena, la
primera porque es que ya tiene regiones en las que lo de respirar va siendo
puro milagro, la segunda porque viene sustituyendo sus plantas de carbón por
las de gas –contaminantes pero menos– y nosotros los europeítos porque lo mismo
es que nos hemos empezado a tomar en serio la amenaza ya que acudimos a la
capital francesa, saquemos pecho, con la propuesta más ambiciosa: una reducción
en nuestras emisiones para ese 2030 del cuarenta por ciento respecto del nivel
alcanzado en 1990, aunque, dado que esas nuestras emisiones anuales no suponen
apenas el diez por ciento del total, tampoco es, desde luego, que vayamos a
salvar al globo. Lo dicho, crucen los dedos y no me chillen si alguien, como
parece que va a hacer el ayuntamiento de Madrid, les avisa de que, para
atufarnos menos, quizá deban reducir la velocidad a la que su coche pueda
circular por la ciudad, que todos deberemos, digo yo, aportar nuestro granito
de arena.
Publicado en Las Noticias de Cuenca Sección DÉJENME QUE LES DIGA Semana del 13 al 19 de noviembre de 2015. Foto tomada de internet
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