La luz
Luce el sol bañando de
luz la mañana como en tantas otras jornadas antes lo hiciera aunque la de hoy, 19
de marzo, festividad de san José y Día del Padre de 2020, cual las que en estos
últimos recientes fechas la han antecedido y las que van a seguirle, hayan sido
y vayan, todavía, por un tiempo, a ser tan distintas de las que no hace tanto,
tan en general despreocupadamente, vivíamos. Luce el sol –en un instante un
poco más, en otro un algo menos según va el juego del aquí estamos, aquí no de
las nubes, iluminando de soslayo la pantalla de este ordenador en cuyo teclado el
articulista se apresta a plasmar su habitual entrega semanal sabiendo, vaya que
sí, de qué quiere hablar pero sin saber muy bien cómo darle cuerpo a su texto,
un texto al que más, mucho más que otras veces, le está resultando complicado otorgarle
forma y modo. Un texto en el que quiere conseguir que palpite –y desde ese
latido salte, ojalá, a sus lectores– la fuerza, la propia fuerza que esa luz, creadora
y potenciadora de vida, que a través de
la ventana inunda cada vez más la estancia, lleva consigo. Un texto en el que
palpiten la rabia y el coraje de decirse a
mí mismo y a todos cuantos puedan llegar a leerlo que la pesadilla
terminará por desaparecer de la misma forma que cada mañana ella, la luz,
disipa las tinieblas de la noche; que vamos a ser capaces de tirar adelante y salir
del túnel cual nuestros antecesores lo hicieron en otros momentos y situaciones
de incertidumbre por más que –estábamos, sin duda, demasiado mal acostumbrados–
todo parezca que se nos ha caído encima; que lo vamos a hacer por nosotros
mismos, por cada uno de nosotros y por todos aquellos que son nuestros
compañeros en este mal momento. Que vamos a ser capaces de hincarle el diente a
la adversidad para tirar adelante y, apretando los dientes y ojalá que
aprendiendo de nuestros errores, haremos, entre todos y desde todos, un mundo
mejor, mucho mejor incluso, ya puestos, del que teníamos; un mundo que por lo
menos, antes de que se nos olvide lo que estamos pasando, intentemos que se base en la racionalidad y la solidaridad que tan inconscientes, absurdo y
suicidas, dimos tantas veces de lado; un
mundo que, cuando, cual seguro que ocurrirá, pase este mal trago, se
cimente, ya no por generosidad sino por pura necesidad, en esa fraternidad y
ese pensar en los demás de los que, en estos días, tantos de nosotros están
siendo, aquí y allá, capaces; una
fraternidad y un pensar más allá de uno mismo que deberemos empeñarnos en
conservar, mantener e incluso acrecentar cuanto los tiempos vuelvan a ser para
nosotros y para todo el mundo –la tarea no será fácil pero a ella deberemos
entregarnos– más propicios y bonancibles. La luz, la luz está ahí y es y será
tarea de todos nosotros que siga brillando.
Publicado en la edición digital de Las Noticias de Cuenca 19 de marzo 2020
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