Nosotros, los del Sur
Foto tomada de Internet
Bien, bien, más que bien
está que nosotros, los del Sur europeo, alcemos, –por una vez unidos bendito
sea el insólito hecho– la voz para dentro del propio panorama de nuestra
bendita Unión conformar un reivindicativo frente común, que, como por desgracia
bien sabemos, también aquí, entre los relativamente privilegiados países que
formamos parte de ella, de esa no tan unida cual debiera Unión, se refleja
demasiado esa desigualdad en su día proclamada por los benedettianos versos musicados
por Serrat y su afirmación de que también, también existimos. Sí, bendito sea
que los dirigentes de Italia, Grecia, Malta y nuestro propio país se hayan
puesto de acuerdo estos días para estampar sus rúbricas en ese documento que los
dirigentes de los cuatro países han hecho público en el marco de la cumbre
hispano-italiana celebrada en Palma de Mallorca entre nuestro presidente y el
primer ministro italo, y en la paralela carta dirigida a la actual presidenta
de la Unión, la canciller alemana Angela Merkel, rechazando frontalmente el
acuerdo propuesto a finales del pasado septiembre por la Comisión Europea sobre
la cuestión migratoria al considerar que las medidas que plantea no son sólo
insuficientes sino hasta contraproducentes para hacer frente a esa realidad de
primera línea que estos días tan nítidamente nos afecta a los españoles –tras situaciones anteriores también de tan palmaria
gravedad como las de la griega Lesbos o la italiana Lampedusa– con la masiva arribada migratoria a Canarias, en una postura
común que reclama, por el contrario, una responsabilidad compartida frente a esos
flujos migratorios irregulares. Una postura claramente expresada en sus
declaraciones por Conte al afirmar que no se puede, que nuestros países no
pueden aceptar que la inmigración no sea resuelta de manera global, y que,
evidentemente, además de, por supuesto, respetar los derechos de las personas –y
anda que no habría que hablar y debatir el cómo– y de luchar contra las mafias,
hay que conseguir unos mecanismos de distribución de los migrantes enmarcados
en una respuesta global y solidaria de toda la Unión que vaya mucho más allá de
esa propuesta de la Comisión que si se aplica llevaría inevitablemente a la
creación de grandes centros de detención de migrantes y solicitantes de asilo
en los puntos fronterizos, algo absolutamente inaceptable. Una postura sureña
que reclama la apertura de un debate, complejo pero absolutamente necesario, en
el que la defensa de ese planteamiento encontrará sin duda fuerte oposición en estados
que hoy por hoy, alejados de la cercanía del problema, se sienten al margen de
su gravedad, pero que en cualquier futuro momento, como también han señalado
nuestros dirigentes, podrían verse afectados por una problemática similar ante
la posible llegada, por ejemplo, de migrantes del Este. No lo tiene, no lo van
a tener desde luego fácil nuestros gobernantes pero al menos congratulémonos de
que hayan decidido conformar una postura común –que esperemos, por Dios, que sean
capaces de mantener– y que éste sea también, pongámonos estupendos, el primer
paso de una actitud que continúe en otros campos y cuestiones para la defensa
del hoy por hoy de nuestros países; de nosotros, ya saben, los del Sur.
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