Metidos en harina
Edificio de La Harinera en los años 50 del siglo XX
El reciente visto bueno
dado por el ayuntamiento de Cuenca al traslado de la Fábrica de Harinas de la
calle Hermanos Becerril a uno de los polígonos industriales de la ciudad –traslado ratificado por el ya firmado convenio con
los propietarios de ésta– y la obtención por parte
del consistorio de los terrenos colindantes, junto al avance noticioso de que
tal hecho, aparte de posibilitar la
conclusión de la vía de servicio hoy por hoy interrumpida en ese punto, dará
lugar a la ubicación en esos terrenos de un nuevo supermercado de la cadena
Mercadona le ha venido a plantear de inmediato a este articulista una serie de
cuestiones. La primera sería hasta qué punto la nueva oferta, que
previsiblemente superará con mucho la que hoy por hoy ofrece la citada empresa
en su tienda de esa misma zona de la ciudad –tienda a la que hay que suponer
que la nueva sustituirá– se compagina con esa atención al comercio local por la
que tanto clamamos –no se sabe si como el que lo hace en el desierto o no–. La
segunda el en principio no parece que deseable pero evidentemente más que
previsible aumento de tráfico que las nuevas instalaciones provocarán. Y la
tercera, dado que todo parece indicar que esa estructura empresarial acabará
por asentarse en esos terrenos, la nada grata posibilidad de que ese
asentamiento signifique la demolición de un edificio que sin duda merece ser
considerado parte de nuestro patrimonio industrial. Un edificio que la
Panificadora Conquense –una empresa constituida como Sociedad Anónima que
emitió sus primeras acciones ya en 1936– inauguró en 1954 en un solar que por
aquel entonces estaba en las afueras de la ciudad; una construcción sobredimensionada
en su concepción porque se planeó para futuras ampliaciones que se acometerían
primero en los años 80 y más tarde en el 2000 y en el 2010. Por tanto bueno y
más que deseable sería –dada esa su innegable condición de edificio perteneciente
a nuestro patrimonio industrial– que la empresa comandada por el señor Roig no
lo echase abajo sino que le aplicara la misma política de cuidada conservación arquitectónica
que ya ha llevado a cabo en otros puntos del país, sin ir demasiado lejos en la
ciudarrealeña población de Almagro, en la que instaló una de sus tiendas
respetando la configuración y características de una antigua bodega
tradicional, o, modelo perfecto del camino que se debería seguir en este caso, en
la puesta en marcha del supermercado que instaló en Melilla, en la Casa Montes,
un inmueble ubicado en el centro de esa ciudad e integrante de su patrimonio
arquitectónico y cultural. Parece por ello más que razonable que le pidamos a
sus rectores que apliquen ese mismo tipo de actuación con tan venerable
edificio industrial de nuestra capital. Y desde luego no estaría de más que
nuestros ediles plantearan la exigencia de una actuación en tal sentido en su
trato con la empresa demandando de sus dirigentes que lo que en esos otros
lugares han hecho lo hagan también en nuestra capital, que demasiado de su
patrimonio urbano hemos perdido a lo largo del tiempo como para incurrir de
nuevo en otro desafuero similar.
Artículo publicado en Las Noticias de Cuenca en la edición impresa del 4 de diciembre de 2020 y en la edición digital
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