El libro, los libros
Foto tomada de internet
Ulises, don Quijote,
Ivanhoe y Joseph K.; Alicia, la Reina de las Nieves y el Enano Saltarín; Auguste
Dupin, el agente de la Continental, Chamorro y Bevilacqua; Tomás Nevinson, la
mismísima gótica-punk-superhacker Lisbeth Salander y, desde luego, John, John
Silver, el bribón, el marrullero, el implacable y a la vez, entrañable John el
Largo y junto a él el joven Jim Hawkins temblando ante la posibilidad de ser
descubierto en el fondo del barril de manzanas de La Hispaniola… Un año más, un 23 de abril más, desde el
negro sobre blanco del papel de sus páginas o desde la brillante pantalla de
los e-books –con los mismísimos don William y don Miguel como espléndidos
padrinos– los libros se aprestan a recibir el homenaje, el merecido homenaje de
tantos como en ellos vivimos y en ellos fuimos; de cuantos en ellos hemos sido
y seguimos siendo a la par otros y nosotros, unos nosotros en ellos y por ellos
–propiciadores de sueños y aventuras en nuestra niñez y nuestra adolescencia,
camaradas del saber y el disfrutar en nuestra madurez, impagables compañeros en
nuestras más avanzadas etapas– más sabios, más, pus eso: vivos. Ahí, ahí están,
cual estuvieron siempre, en animada tropa a la que cada día vienen y seguirán
viniendo a unirse nuevos integrantes prestos a seguir haciéndonos gozar a
quienes tanto de su mano lo hicimos y a cuantos, por edad o falta de ocasión, aún no se habían acogido a su compañía.
Rotas al sumergirnos en su lectura las amarras de lo cotidiano, marchemos codo
con codo en mutua fecunda interdependencia –no hay libro sin lector, no hay
lector sin libro que echarse al coleto– en una
pesquisa que me atrevería a calificar de amorosa, en la que, en el descubrir y
hacer nuestro su mensaje recreándolo, reescribiéndolo desde nuestra personal
apropiación en un toma y daca “in crescendo”, nos dejamos llevar sin más natural
desemboque que el placer, el gozo del intercambio. Sí, ahí los tenemos, ahí
tenemos a los libros, en este su día… y siempre. Con ellos y en ellos surquemos
otra vez o en un primer iniciático viaje el Helesponto, avancemos por las
llanuras manchegas, galopemos por una medieval Inglaterra de resabiados
templarios en auxilio de la bella Rebeca, saltemos de sorpresa en sorpresa por
el País de las Maravillas con la alocada Liebre de Marzo por guía o recorramos
Región, Celama, la mágica Contrebia o cualquier geografía de tantas como nos
propongan, viajeros ávidos en la
inflamada noche oscura juanista o a la cervantina luz del alba. Ahí, ahí están,
ahí los tenemos como los tuvimos ayer, como los tendremos mañana, en papel o en
digital soporte –qué más da, los tiempos cambian– siempre prestos a recibirnos
y acompañarnos. Yo no les haría esperar.
Artículo publicado en Las Noticias de Cuenca edición impresa del viernes23 de abril de 2021 y en la edición digital
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