Una labor a recuperar
La noticia –excelente noticia– de la que se nos presenta como la
primera grabación mundial de las obras vocales en latín más emblemáticas del
músico barroco conquense Carlos Patiño grabadas por el director y musicólogo
Alberto Recasens al frente de su conjunto La Grande Chapelle en septiembre del
año pasado en la portuguesa iglesia de San Quintín en Sobral de Monte Agraço e
incluidas en la colección discográfica de música antigua del CSIC “Musica
Poetica”, en producción que tendrá presentación virtual el próximo día 1 del
inmediato junio, le ha venido a recordar, con más que añoranza, a este
articulista la espléndida tarea en su tiempo realizada por la institución que, bajo
el apelativo de Instituto de Música Religiosa de Cuenca, y en la estela de las recién instauradas
Semanas de Música Religiosa de la ciudad, creara en 1965 nuestra Diputación Provincial. Una institución
pensada para, principalmente, costear ediciones de ese tipo de música, publicar
las obras encargo de las Semanas y subvencionar la transcripción de obras
antiguas en una encomiable labor que incluyó en su catálogo –de ahí el recuerdo–
las obras del compositor de Santa María del Campo Rus recopiladas por Lothar
Siemens y el volumen “Las obras humanas de Carlos Patiño” firmado por
Danièle Becker. Bajo la sucesiva dirección técnica de los a su vez durante esos
periodos rectores del propio Festival –Antonio Iglesias entre ese año de su
puesta en marcha y 1977 y de Pablo López de Osaba desde 1981 a 1988 ya que en
el interregno no se designó a nadie para ese cargo aunque sí continuó su
actividad con la gestión de los responsables del Área de Cultura de la propia corporación
conquense– el Instituto propició una relevante aportación a la investigación
musical de nuestro país que, por desgracia, se vio interrumpida con el cese de
su actividad. No estaría nada mal que, aprovechando el paréntesis que la
pandemia ha ocasionado en la continuidad de las Semanas, y dentro de esa amplia
revitalización de su convocatoria que evidentemente es más que necesaria para
que vuelvan a colocarse en esa primera fila de la oferta musical de nuestro
país y del propio ámbito melómano europeo en la que en sus mejores etapas figuraron,
alguna institución, quizá la propia Diputación que en su día la gestara, sola o
en colaboración con los otros de los estamentos que conforman el Patronato del
evento o buscando apoyos en instituciones fuera de él –a
lo mejor, se le ocurre a uno, alguna, como el citado Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, de las que han unido sus esfuerzos para la
producción de la grabación de las obras de nuestro histórico paisano– recuperara
aquella cien veces encomiable tarea que tan buenos frutos dio y tan buenos
frutos seguiría dando hoy a la investigación musical de nuestro país y
prestigio a la producción cultural conquense.
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