Agua, pista y setos
Foto Saúl García Las Noticias de Cuenca
La conmemoración el
pasado miércoles en el pequeño cementerio de San Isidro del trigésimo séptimo
aniversario del fallecimiento de Fernando Zóbel venía a recordarnos una vez más
la importancia que para Cuenca tuvo –y con matices ha seguido teniendo–el
asentamiento en ella de la Colección de Arte Abstracto que el pintor inauguraba
el 1 de julio de 1966 en las por aquellos días recientemente restauradas Casas
Colgadas, un asentamiento que, aparte de colocar a la ciudad en la agenda
plástica nacional, iba a significar un radical antes y después en su vida
cultural al convertirse en esencial elemento catalizador de su desarrollo al
generar un proceso que, pese a ser repetidamente citado casi como un mantra,
dista aún de ser analizado, tanto en su
significación en ese momento histórico no sólo para el propio acontecer
conquense sino en el propio panorama plástico hispano –recordemos que recordemos
que el Museo conquense fue durante mucho tiempo, hasta la muy posterior puesta
en marcha, en 1990, del Reina Sofía el único dedicado al arte moderno que hubo
en nuestro país– como en sus efectos en nuestro
propio desarrollo cultural y artístico como generador y potenciador de
vocaciones creativas al proporcionar a quienes por esos días, especialmente a
los más jóvenes pero no sólo a ellos, iniciaban o continuaban entre nosotros su
actividad creativa, el más amplio y fácil acceso a la modernidad aunque luego, andando
el tiempo, la mitificación de esa importancia y la de la propia generación
abstracta que lo sustentó tuvieran también un cierto papel frenador del
conocimiento y la consideración pública de la obra de esos mismos creadores que
a su amparo potenciaron su quehacer, un hecho que ahí está y al que también
convendría prestar la debida atención. Y al respecto de la necesidad de una
mayor atención a las circunstancias y proyección de la institución fundada por
Zóbel y hoy regida, por voluntad suya, por la Fundación Juan March, a este comentarista
le ha parecido más que interesante por cuanto aporta a esa deseable
profundización, el texto que, bajo el título de “¿Culpables de ser inocentes?
abstracción, dictadura y democracia” publicaba unas fechas atrás el director de
Museos y Exposiciones de la propia Fundación, Manuel Fontán del Junco, en
Minerva, la revista del madrileño Círculo de Bellas Artes, en el que, al hilo
de su intención de arrojar nueva luz sobre conceptos tan asimismo manidos como
el de artista comprometido, deja negro sobre blanco su consideración de que la
creación del Museo en el contexto histórico en que se llevó a cabo fue una
acción de claro contenido político; por expresarlo con sus propias palabras: “Porque
crear un museo, en los años sesenta en este país, como un espacio de artistas
independiente, al margen de la política cultural y las instituciones del
franquismo, ¿qué otra cosa es sino una acción política?” No cabe aquí glosar el
sustancioso contenido del artículo –quien le interese lo tiene a su alcance con
un simple click en la red– sino tan sólo resaltar su validez cara a ese
deseable estudio de la historia de una institución tan decisiva para nuestra
reciente historia cultural.
Artículo publicado en la edición impresa de Las Noticias de Cuenca el 18 de junio de 2021 y en su edición digital
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