Retos, retos, retos…

 

Imagen tomada de internet (Educontic)

Venga, no tengamos pudor, obedezcamos al tópico y aprovechando el que acabamos de empezar un nuevo año, hagamos cual si eso en verdad significase algo, y planteémonos  deberes y proyectos –y por tanto planes– para írnoslos currando a lo largo de sus doce meses. Y para ello, lo primero, echémosle un vistazo a cuáles, tal y como anda el panorama, son, serán –o deberían ser– algunas de nuestras principales preocupaciones a este respecto; es decir, qué retos están ya ahí diciéndonos o nos hincáis el diente o… Por supuesto por ahí andarán los puramente personales que esos cada uno bien claros, claritos supongo que los tendremos y sabremos o no cómo gestionarlos, pero junto a ellos anda que no hay tantos otros colectivos que deberían preocuparnos y tenernos más que en vilo. Lo primero, claro, que a uno se le ocurre, sería ver cómo terminamos o no terminamos de hurtarle el cuerpo a la maldita covid 19 no sólo por estos nuestros occidentales y pese a todo afortunados lares sino en todo el mundo mundial que decía el hoy lo mismo ya –a qué velocidad van ¿verdad? las cosas– olvidado Manolito Gafotas, que si no, no acabaremos nunca de ponerle cual se debe el cascabel vacunativo y terapéutico al ladino coronavirus (y ojalá prosperaran en este campo iniciativas tan espléndidas como las de la microbióloga María Elena Borrazi y su equipo de ofertar libre de patentes la nueva vacuna por ellos desarrollada, facilitando no solo su baratura sino, por sus características, también su producción), pero también, no lo demos de lado, a las propias consecuencias que su tan ya largo acoso nos ha traído, tanto en el campo estrictamente sanitario –ahí está, por ejemplo, la absoluta urgencia de reestructurar, mejorar y potenciar, por este nuestro hispano coto, la atención primaria– como también, sin ir más lejos, en el acontecer empresarial que ahora mismo se ve especialmente afectado en muchos de sus sectores por la crisis de suministros motivada precisamente por la sanitaria o por las propias consecuencias de la pandemia en la salud mental de sus trabajadores y empleados o en la misma organización de su trabajo, sin dar de lado a otros desafíos como la hiperconectividad o la sostenibilidad. Pero con ser verdad, ello no puede llevarnos a olvidar tantos otros que ahí siguen también aunque el oportunista  toma y daca de los medios –ahora es noticia, ahora me olvido de ello– nos los escamotee, desde el cambio climático a la absoluta necesidad de anticiparnos al juego de oportunidades, por supuesto, pero también, inevitablemente, de riesgos, que indefectiblemente nos van a traer, con mucha mayor rapidez de que lo que nos parece, realidades ya tan en marcha como la neurotecnología o la inteligencia artificial, que, qué duda cabe, nos van a abocar a uno de los cambios más radicales de nuestra historia como especie. En fin, retos, retos y más retos a los que debemos o al menos deberíamos comenzar, pero que ya, a enfrentarnos en una pelea casi casi a vida o muerte para la que será necesario que no sólo las instancias políticas sino las hoy por hoy más decisivos que ellas, poderes económicos y el mundo de la investigación y de la ciencia actúen de consuno, lo que evidentemente no será posible si no existe la más imperiosa demanda social que a ello les obligue. ¿Seremos capaces?


Artículo publicado en la ediciñon imoresa de Las Noticias de Cuenca del viernes 7 de enero de 2022 y en la edición digital 


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